Tomarse el tiempo de elaborar, controlar, para un nivel de calidad permanente
Año tras año los escoceses tratan de elaborar un whisky de calidad constante. Su honor está en juego.
Esto exige un control estricto de todas las etapas de elaboración y añejamiento.
Cada destilería tiene sus procedimientos y su saber hacer, delimitados por leyes como la Ley del Whisky Escocés de 1988.
Para poder ostentar el nombre de whisky escocés, la bebida tiene que haber sido destilada en territorio escocés y elaborarse con agua y cebada malteada. El whisky tiene a continuación que envejecer en barricas de roble en territorio escocés durante como mínimo tres años.
Solo después de que haya transcurrido este plazo de tiempo se puede empezar a hablar de whisky escocés. Asimismo, el color, los aromas y el gusto del whisky escocés tienen también que saber reflejar las características de los ingredientes autorizados en su elaboración.
Aunque la producción de whisky está claramente regulada, permite de todas formas la expresión de los distintos matices. Tanto las técnicas de destilación, el origen del agua, las características propias del lugar como la maestría de los artesanos, son ingredientes claves que perfilan la identidad del whisky escocés y garantizan su reputación internacional.