Érase una vez una serpiente de mar gigante, llamada Master Stoorworm, que vivía cerca de las costas escocesas. Este gigantesco animal, de la familia de los dragones, tenía una muy mala costumbre… la de comer demasiado. Cada mañana, su estómago le pedía un nuevo festín, bostezaba hasta desencajar la mandíbula… la boca se abría muy grande siete veces seguidas, mostrando unos afilados colmillos y una lengua roja como la sangre.
No sería tan desagradable si la lengua de la serpiente, al desplegarse, no tuviera el inconveniente de llevarse todo lo que encontraba en su paso : un árbol, un carro, una oveja, una vaca, incluso algunos lugareños.
¡ Pero llegó un día que fue demasiado ! Y se decidió acabar por todos los medios con Master Stoorworm. ¿Pero quién estaría tan loco como para desafiar a un monstruo tan poderoso? Sin decir nada a nadie, un valiente joven tomó un cubo de hierro y lo llenó de turba, se subió a un barco y se hizo a la mar para esperar a que despertara el Master.
Cuando el monstruo bostezó por primera vez, el barco y su ocupante fueron engullidos por la boca del dragón. Una vez en el esófago, Jamie, que tal era su nombre, se abrió paso hacia el estómago. Allí, en esa guarida hostil, el astuto lugareño utilizó la turba para dar fuego al monstruoso vientre. La reacción del dragón no se hizo esperar. En un intenso retortijón, el estómago expulsó a Jamie, que alcanzó la costa sin sufrir daños.
De lejos, vio cómo Master Stoorworm se retorcía para calmar su dolor, y en un gesto impulsivo, su cola golpeó su poderosa mandíbula. Con la violencia del golpe, sus dientes se desprendieron y se dispersaron pesadamente en el mar. Cuenta la leyenda que así fue como surgieron las islas Orcadas, y después las islas Shetland en el norte de Escocia.