En Edimburgo, se alza una majestuosa colina, conocida con el nombre de Arthur’s Seat, el asiento del Rey Arturo. Se dice que, bajo sus rocas con forma de león, duerme el mítico rey, a la espera de ser despertado.
Sin embargo, no fue en la época artúrica cuando la colina sufrió su acontecimiento más misterioso. En 1836, mientras que unos jóvenes recorrían su relieve en busca de madrigueras de conejos, descubrieron una cavidad poco profunda en la pendiente noreste del macizo.
Intrigados, los amigos comenzaron a cavar para liberar la abertura y contemplar el interior de la oquedad. Cuál fue su sorpresa cuando sus miradas descubrieron 17 pequeños sepulcros. En su interior, se encontraban 17 muñecas de madera, elaboradas a mano y cubiertas con vestidos. Algunas parecían antiguas, otras habían sido fabricadas hacía poco tiempo.
Para explicar su presencia, la prensa de la época dio rienda suelta a las especulaciones : debía de ser cosa de brujería, se utilizaban para lanzar hechizos, pero nada vino a confirmarlo. Otros periódicos recordaban antiguas costumbres en las que, para salvar las almas de los marineros que habían desaparecido en el mar, se les daba sepultura.
Unos años más tarde, surgió otra hipótesis. A comienzos del siglo XVIII, Edimburgo se había convertido en un importante lugar para la investigación médica y para ello se requería diseccionar los cuerpos. Intuyendo el buen negocio, dos hombres, Burke y Hare, decidieron dedicarse al comercio de cadáveres. Tras 10 meses de actividades criminales en 1828, el número de sus víctimas se elevaba a 17… Un asunto que traspasó las fronteras de la ciudad.
¿17 pequeños féretros para honrar a las 17 víctimas? ¿Un acto de brujería? ¿Una sepultura para los marineros? ¿Una ofrenda al Rey Arturo? Nadie ha descubierto nunca el final de la historia. Ocho de estos sepulcros se encuentran expuestos en el Museo Nacional de Escocia, en Edimburgo, y todavía hoy los visitantes los escrutan, con la esperanza de resolver al fin su secreto.