En Escocia, he podido comprobar que todas las destilerías de whisky están íntimamente ligadas a sus alambiques. Ellos son los que condicionan, en gran parte, el carácter del futuro whisky. La forma del alambique, la velocidad de destilación y el proceso de calentamiento: cada elemento es clave.
El whisky escocés suele destilarse dos veces, según me han contado. El principio de la destilación es sencillo: aporta al whisky una intensidad que no sería posible obtener tras una mera fermentación de la cebada malteada.
Los alambiques están fabricados en cobre y resultan inconfundibles por su bonito color dorado. Con la experiencia, los destiladores escoceses se han dado cuenta de que era el material ideal para conducir el calor y producir un néctar rico en aromas.
En este alambique, podemos leer «Dufftown», en referencia al lugar donde fue fabricado. Dufftown es un pequeño pueblo de Escocia, en el corazón de Speyside. En esa región, rica en agua muy pura, encontramos la mayor parte de las destilerías escocesas.