Un triste día de invierno, dos amigos se pusieron en camino desde Kilmarnock hacia Glasgow, por negocios. Se trataba siempre de un viaje arduo y largo. A fin de llegar antes de que cayera la noche, los dos compañeros tomaron un atajo incierto. En efecto, pocos eran los viajeros que se aventuraban por los alrededores del río Craufurdland, la mayoría daba un rodeo…

Por tanto, los dos viajeros tomaron no sin cierto temor este camino. Con los oídos bien atentos, Murray fue el primero en escucharlo: un hombre pedía socorro. Los dos viajeros detuvieron su camino y se precipitaron a la orilla del río. Pero fue imposible ver al infeliz que pedía auxilio.

Al cabo de unos segundos, los dos hombres se quedaron helados: en lugar de ir río abajo, como lo haría la voz de un hombre que se ahoga arrastrado por la corriente ¡los gritos iban hacia arriba! ¿Cómo era posible tal prodigio? Entre dos ráfagas de viento, Gordon escuchó también un extraño chillido. Al mismo tiempo, un vago tufo a agua estancada invadió sus fosas nasales, hasta el punto de provocarles náuseas.

Durante largas horas, los dos amigos siguieron los gritos, en busca del infeliz arrastrado por la corriente. Al borde de un ataque de nervios, rendidos por el cansancio, se detuvieron. Fue entonces cuando vislumbraron la verdad. Ahí estaba, delante de ellos, con su grotesca sonrisa, riéndose a carcajadas. Lo que habían perseguido no era un hombre ahogándose, sino un shellycoat. El shellycoat es una criatura pequeña y peluda, ataviada con un abrigo cosido con ostras, vieiras y otros mariscos. Es, además, por este singular gusto en el vestir de donde procede su nombre… y su olor. Sin saberlo, los dos viajeros habían invadido su territorio y se habían llevado un buen susto.

Nunca es una buena idea aventurarse en las tierras del shellycoat. Aunque rara vez es violento, al shellycoat le gusta engañar a los viajeros y divertirse a su costa. En Escocia, todavía en nuestros días, es mejor dar un rodeo que arriesgarse a desatar la cólera de los seres sobrenaturales que pueblan los lochs y los ríos.

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