Posee su color, sus matices, su historia, sus asperezas
Heredero de una larga tradición, el whisky escocés hunde sus raíces en un pasado lejano. Universal y moderno, este néctar de abundantes aromas sabe cómo conectar con el mundo entero.
Tanto si procede del valle de Spey como si se ensambla en las riberas de las tierras altas, el whisky es un reflejo de la majestuosidad de los terruños que le han visto nacer.
De notas turbadas, ahumadas o herbáceas, este emblema de las tierras del fin del mundo despierta los sentidos y sorprende por su personalidad. Al igual que el pueblo escocés, se muestra delicado y generoso.
Elaborado a partir de una cuidadosa selección de la cebada, el whisky adquiere sus propiedades gracias a unas manos expertas que atesoran el secreto del ensamblaje perfecto.
Su paulatino añejamiento en un territorio azotado por los vientos del mar del Norte, le confieren un abanico de aromas infinito. De matices dorados y ambarinos, el color del whisky es un tesoro que refleja con suavidad el tibio sol escocés.