El objetivo de la destilación es extraer la fuerza del líquido fermentado.
Cuando se calienta, el elemento más volátil es el primero en evaporarse. El líquido llamado mosto fermentado se lleva a ebullición en una caldera.
Los vapores del néctar primario se transfieren a continuación a un condensador, donde se enfrían hasta que recuperan su forma líquida.
A este líquido se le conoce por el nombre de ‘vino bajo’. Este vino se somete de nuevo a una destilación para lograr la concentración deseada. En esta segunda destilación es cuando los maestros escoceses ponen en práctica su sabiduría y separan este líquido en tres cortes o partes. De los tres cortes únicamente se aprovecha el corte central.
Después de finalizar la destilación, el líquido que se obtiene es un espirituoso transparente en el que se intuyen unos aromas incipientes. Este líquido ya está preparado para iniciar el lento proceso de añejamiento en toneles hasta convertirse en ese whisky elegante y rico en aromas que todos conocemos.