En Escocia, en las granjas aisladas, no resulta raro escuchar a los lugareños decir que un brownie viene a menudo a ayudarlos. Sin embargo, ver un brownie no es un asunto menor. Este duende doméstico prefiere pasar sin ser visto y transitar cuando las tinieblas prevalecen sobre la claridad.
En Clochfoldich Farm, todos conocían de la existencia del brownie. Normalmente, estas criaturas eran serviciales, ordenaban la vajilla y limpiaban las escudillas. Desafortunadamente, la naturaleza de este brownie era muy diferente.
Por el día, lejos de las miradas, se dedicaba al placer de saltar en los charcos, manchando su largo cabello negro de barro y ensuciando su ropa. Por la noche, cuando todos en la casa dormían, el brownie entraba en la cocina, lavaba los cuencos, limpiaba los platos, antes de romperlos violentamente. Al día siguiente, el rastro de barro en el suelo traicionaba al autor de la travesura.
Un día, los habitantes de la granja de Clochfoldich decidieron que ya estaban hartos y que se desharían de él.
Para ello, le ofrecieron nuevos ropajes con los que vestirse. Era una forma segura de enojar a un brownie, tan apegado a su ropa vieja… enfadado, se iría, para siempre. ¡Pero no este brownie! Ignorando el regalo, permaneció en la granja y continuó agotando la paciencia de los habitantes.
Pero un día, por casualidad, llegó la tan ansiada ayuda. En el camino húmedo que llevaba a la granja, el niño de la casa escuchó al brownie jugando a su juego favorito. ¡Chap, chap! Y le dijo, mira “la Ranita va a venir a hacernos una visita esta noche”. “Ranita” respondió en brownie sorprendido… ”Ranita” repitió pensativo… “Tengo nombre” exclamó, al fin… antes de desaparecer en un suspiro. No se le volvió a ver por la granja de Clochfoldich. Feliz de saber quién era, el brownie ya no tenía que causar molestias.
En algunas casas escocesas, aún hoy nos encontramos la vajilla rota, sin que persona reconozca su responsabilidad. ¿Y si el brownie ha regresado para atormentarnos? Aunque quizás lo más cómodo sea acusarle a él…